sábado, 6 de diciembre de 2008

Todos los perros van al cielo.

No vino a recibirnos...algo pasaba.

Y allí estaba, tumbado en el suelo, con espasmos. Rápidamente bajé a la parte de abajo alarmado, para ver que le ocurría. Temblaba, tenía la lengua fuera y una baba espesa salía por su boca entrecerrada,  su respiración era muy acelerada, y no respondía a mis gritos, a mi desesperación por no saber que hacer. El veneno le roía por dentro, un veneno para caracoles dentro de una bolsa, colgada muchos meses antes de que Harry viniese con nosotros y que el tiempo había hecho olvidar que estaba ahí, y ese día a Harry le dió por morder eso. Intenté hacerle beber agua oxigenada, para forzarle al vómito, pero su cuerpo ya no respondía a estímulos externos, ya no podía hacer nada, y de repente bajó su respiración, se había rendido. Y entre mis brazos dejó de respirar, de tener espasmos y sufrir, y dejó este mundo abrazado por su amo llorando sin poder hacer nada.

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