Llevaba casi veinte minutos esperando cuando me di cuenta de su presencia. Estaba preparándose para tocar, sacó el violín de su vieja funda, la cual la depositó en el suelo para que le echaran las monedas ahí. Sus ropas eran viejas y raídas, pero no excesivamente sucias. Los pantalones no eran de su talla y los camales le quedaban cortos, pero a pesar de ello se le veía elegancia en su forma de vestir. Apoyó sobre su hombro el violín, y el arco sobre las cuerdas. Esperó unos segundos, como mentalizándose, y empezó a deslizar el arco sobre las cuerdas.
El violín emitía tristes sonidos que desencadenaban en una canción melancólica. El mendigo seguía tocando el violín, con los ojos cerrados, absorto en el mensaje que transmitía a través de su instrumento. De vez en cuando alguien le echaba una moneda, mientras esperaban a que el paso para peatones volviese a estar en verde, pero lo hacían de forma inconsciente, como autómatas, porque sólo escuchaban el sonido de un violín. Siguió tocando y apretando cuidadosamente con los dedos las cuerdas contra el mástil, con todo el cuidado del mundo, aunque eso no impedía que el violín siguiese llorando, mientras absorto escuchaba su música.
Entonces acabó de tocar y el hechizo se rompió, y volví de nuevo a la calle donde estaba esperando, por donde pasaban cientos de desconocidos delante de mis ojos. Escudriñé en mis bolsillos en busca de algunas monedas, no alcanzaba a mas de tres euros en calderilla y los deposité con cuidado en la funda. El violinista me miró, y asintió, aceptando mi tributo, y a continuación cogió todas las monedas que habían sobre el fondo granate de la funda, apenas para comprar algo de comer, guardó su violín y se marchó. Había conseguido que alguien le escuchara, ya no necesitaba mas. Me quedé mirando como desaparecía calle abajo, sabiendo que no lo volvería a ver.
Su canción, que solo yo escuché, se perdió en mi memoria hace tiempo, pero su significado permanecerá siempre en mi.
1 comentario:
Un momento mágico, sí señor.
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